lunes, 20 de julio de 2020


¿DONDE ESTA EL ESPIRITU DEL DRAGON?

Leer es ir al encuentro de algo que está a punto de ser y que aún nadie sabe que será”
Italo Calvino

Quiero iniciar esta reflexión con una leyenda china que me acompaña desde hace muchos años. Esta leyenda que se remonta a los tiempo de la dinastía Ming, época de especial importancia para la cultura y la estética, tanto así que para aspirar a un cargo público era necesario saber filosofía y literatura; una de las pruebas para acceder al cargo, era escribir un cuento, una narrativa.. Realmente fue un período revolucionario para las artes[1].
Dice la leyenda que el emperador Xiaosong una vez quiso una obra de arte en un muro de su palacio; su ministro consejero, le sugirió encomendar dicha tarea al maestro Shen Zhou[2] un anciano artista venerado por su pueblo. El emperador llamó al maestro y le dijo: “quiero un dragón excepcional en este lugar”. Será un honor -respondió el maestro pintor- pero requiero una tela de seda especial, inmediatamente el emperador llamó a los mejores tejedores del reino y los puso a su disposición. Al cabo de un año llegaron los tejedores con la seda, el maestro la recibió, la observó y les dijo: “no sirve, el tejido está muy flojo, no tiene contextura” se fueron los tejedores y un año más tarde  regresaron con la seda, el maestro la recibió la observo y dijo: “no sirve, el tejido está demasiado apretado”. Por tercera vez los tejedores hicieron su trabajo y al año regresaron con un nuevo tejido, esta vez con la trama exacta ni muy floja ni muy apretada, el maestro observó que en algunos puntos la seda no era tan tersa, tenía pequeños nudos, y la rechazó nuevamente.  En silencio los tejedores se fueron a trabajar una nueva seda, pasó un año más,  llevaban 4 años de trabajo cuando su obra fue aceptada por el maestro. Entonces el maestro se retiró a pintar su obra. Pasaron 5 años que sumados al tiempo de elaboración de la seda sumaban 9  y el dragón pintado no llegaba, el emperador comenzaba a impacientarse, sus ministros consejeros le decían, majestad recuerde que una buena obra requiere tiempo, el emperador aceptó y se dispuso a esperar. Pasaron 10 años, 11, 12, 13 y finalmente al año 14 el maestro anunció la entrega. ¡14 años! Dos veces 7 fue el tiempo de producción.

El emperador muy felíz anunció el acontecimiento, la obra tantos años esperada merecía un recibimiento adecuado, entonces, lo anunció en su reino, invitó a príncipes vecinos, convocó artistas, poetas, músicos, bailarines, actuantes, hizo colocar una alfombra roja desde la entrada del palacio hasta su trono.  El día acordado el pueblo se reunió a la entrada del palacio, el maestro Shen Zhou llegó silencioso, y avanzó con paso parsimonioso, llevaba la seda doblada en su brazo, los músicos entonaron melodías y toda la corte esperó expectante el momento de la entrega. El maestro llegó a los pies del emperador y extendió la seda: En el gran salón se escuchó un gran OOOH! Pero no era un OOOH! de admiración, sino de espanto, en esa seda no había un dragón, no había figura alguna, solo una tenue mancha amarillenta con algunos tonos azules desvanecidos, muy desvanecidos, era una mancha grande y tenue casi a punto de desaparecer. El emperador pasó de la sorpresa a la cólera, era inconcebible tanto engaño, después de 14 años de espera él no había logrado su dragón, entonces hizo detener al maestro dispuesto a decretarle la pena de muerte. Los ministros consejeros lo llamaron aparte y le dijeron, majestad este hombre es muy querido y respetado por el pueblo si usted lo condena a muerte tendrá una rebelión. “Pero me engaño -decía el emperador- se burló de mi majestad”,  los ministros le aconsejaron que le diera la muerte social y así se hizo. El anciano pintor fue desterrado de su patria y en el ambiente quedó un amargo sabor de decepción. 
Pasados los días y los meses al emperador, pasó del enojo a la tristeza; un día decidió regresar a su habituales rondas de cacería y salió con su corte más allá del bosque, al pasar por una montaña, alguién le dijo: Majestad en esa cueva vivia como un anacoreta el maestro Shen Zhou; el emperador sintió una gran curiosidad por conocer ese lugar, se acercó con su corte y encontró una gran cueva con mucha profundidad. Cuando el emperador se dispuso a entrar, cual sería su sorpresa cuando justo a la entrada de la cueva en el flanco izquierdo encontró un dragón, p e r f e c t o, solo le faltaba respirar; pero era esto lo yo quería exclamó el emperador, ¿porque el pintor lo dejó plasmado en la piedra y no lo llevo a la seda? Su curiosidad crecía y decidió entran de lleno a la gran cueva. 
A medida que avanzaban fueron encontrando cientos de miles de dragones, pequeños medianos, grandes, dragones y dragones por toda la pared de piedra… a medida que avanzaban fueron notando que los dragones poco a poco de manera casi imperceptible se iban transformando; poco a poco se iban desdibujando hasta que finalmente en el otro extremo justo a la salida de la cueva encontraron un gran manchón. Y el emperador comprendió… De inmediato llamó a sus soldados y les ordenó buscar al pintor por los reinos vecinos, la orden era no regresar sin él, bajo pena de muerte. Los soldados lo encontraron y lo llevaron de vuelta a su patria. Cuando el emperador lo tuvo al frente, se arrodilló a sus pies  humildemente y le dijo: Maestro he comprendido, cómo pude ser tan ciego? ¿cómo pude ser tan obstinado? yo le pedí una obra de arte para alimentar mi orgullo y usted me ha regalado el don más preciado. Yo pedí un dragón y usted en su sabiduría  me trajo "El espíritu del dragón".
En la metáfora de esta leyenda hay dos aspectos de nuestra cultura lectora que deseo abordar: a) El predominio de la forma (el dragón) en la lectura funcional y b) La casi nula presencia del espíritu del dragón en nuestra cultura lectora. Basta con recorrer la historia personal para verificar los altibajos de nuestras lecturas. Desde los balbuceos lectores, pasando por la borrachera del aprendizaje que nos llevaba a leer todo lo que se nos atraviesaba.Con los primeros cuentos vivimos el asombro y nos permitimos volar con la imaginación frente a las historias fantásticas, para caer muy pronto en el tedio de la lectura del deber y el castigo. Nuestra educación sigue empeñada en lograr el perfecto del dragón pintado que replica formas preconcebidas y le apuesta a la inamovible verticalidad de la repetición,  sin duda puede llegar a ser un interesante dragón siempre estático, nunca maravilloso. En la vida escolar encontramos de manera predominante, tres formas de lectura:  La aniquiladora lectura por obligación, obediente lectura funcional y la vigilante lectura de moraleja.
La aniquiladora lectura por obligación, es la que nos marca el paso, es la lectura atada al deber, a la lección, al control  y la repetición, una lectura de rutinas que termina su misión una vez das cuenta al maestro/a de lo leído. En la escuela sin duda existe el dilema entre la obligación y el pasión: “Maestra a mi me gusta leer, pero es aburrido” decía César[3] un alumno de 4º grado, en un taller de lectura. Esa frase encierra toda una verdad; en realidad lo que César quería decir era: me gustaría leer pero no por obligación, me gustaría leer historias y cuentos pero en la escuela debo leer pedazos de lecciones que no comprendo. Me gustaría leer sobre las cosas que deseo saber, me gustaría vivir la aventura de leer y descubrir nuevos mundos, pero en la escuela solo encuentro lecciones aburridas.
La obediente lectura funcional, nos puede acompañar toda la vida, leo solamente lo que requiero para funcionar en mi vida, en este caso me refiero a la comunidad en general, no solo a los estudiantes, porque está demostrado que nuestras carencias y nuestros anhelos lectores están inscritos en todos los ámbitos de la sociedad, nos movemos entre la certeza del valor cultural de la lectura y una inapetencia endémica por la lectura,  bien sea por que nuestra búsqueda de conocimiento tiene piernas cortas que se detienen una vez adquirimos un título, o porque no llegamos a cruzar la frontera para ingresar al infinito y apasionante mundo de la lectura.
Finalmente la vigilante la lectura del control y la advertencia, esa lectura que cuando la historia levanta vuelo para remontar otros mundos de fantasía, llega con la moraleja como una aplanadora para recordarnos el deber. Existe la moraleja explicita portera implacable encargada de cerrar la historia con una frase contundente “¿viste lo que le ocurre a los niños mentirosos?” O un “así paga el ingrato al bien le sirve” etc... También existe la moraleja oculta en las historias escritas por encargo con objetivos didácticos: Cuentos para comportarse, cuentos para aprender las letras, cuentos para aprender los colores. Tenemos historias para evitar descarrios, historias para meter miedo, historias  con amenazas veladas. 
La didáctica con sus múltiples herramientas para  la enseñanza, puede llegar a asfixiar cualquier intento artístico literario, con su verticalidad tiene la capacidad de obviar el potencial creativo de su esencia, de trastocar el espíritu del dragón, para convertirlo en un siervo al servicio de objetivos funcionales, en simple herramienta para aprender lecciones de corto vuelo. Es una práctica tan extendida que nos parece normal encontrar un sin número cuentos con moraleja, de historias lineales, planas, escritas por encargo con interrogantes resueltos, que niegan la aventura de pensar y evitan la emoción de descubrir en sus pliegues las múltiples lecturas posibles de una misma historia.
¿Dónde está el intangible espíritu del dragón de nuestra lectura? ¿cómo encontrar su esencia? Todavía no hemos nombrado la lectura creativa, esa lectura que va más allá de la repetición de lo leído, capaz de llevarnos a nuevos mundos de imaginación y conocimiento, de entretejer emociones, sueños y pensamientos. Lectura creativa es aquella que nos abre las puertas de la pregunta, la que nos invita a explorar a leer entre líneas, y logra lanzarnos al vacío de la incertidumbre, si damos un paso más decimos que es la lectura que nos lleva a las profundidades del pensamiento y nos atrapa con la pasión de saber.
La lectura creativa pone a prueba nuestra capacidad de relacionar asociar y sacar conclusiones, nos invita a descifrar signos y situaciones, nos pone a elegir caminos,  a soñar mundos inexistentes y nos abre puertas hacia nuevas lecturas. Es una lectura que implica el riesgo de pensar y crear. Todo este este mundo se gesta en las lecturas de nuestra infancia, en la manera de aprender a leer y de cultivar la imaginación.
A propósito de lecturas de infancia en su obra “Una Historia de la lectura” Alberto Manguel[4] dice: “Me parece que leía al menos de dos maneras. La primera consistía en seguir casi jadeante, acontecimientos y personas sin detenerme en los detalles, con el ritmo cada vez más veloz de la lectura proyectaba a veces el relato más allá de la última página, como cuando leía a Ridder Haggard, la Odisea,  Conan Doyle y Karl May el autor de las historias del lejano oeste. La segunda manera consistía en una cuidadosa exploración, escudriñando el texto para entender el oscuro significado, encontrando placer en el sonido de las palabras o en las claves que las palabras se resisten a revelar, o en lo que yo sospechaba escondido en las profundidades de la historia misma, algo demasiado terrible o demasiado maravilloso para contemplarlo  directamente.  Esta segunda manera de leer –emparentada con manera de leer relatos detectivescos, la descubrí gracias a Lewis Carrol, Dant, Kipling y Borges.
El concepto de lectura está ligado al pensamiento educativo, a la manera de construir conocimiento, nuestra educación subyugada por la importancia del “éxito fácil” ha desdeñado el reto de pensar eligiendo el camino del entrenamiento adecuado para que los estudiantes ejerzan de manera eficaz un oficio. Nos enfrentamos con la paradoja de un mundo atrapado por la urgencia de  fortalecer habilidades tecnológicas y acosado por necesidad de cambio e innovación. Nuestra educación se mide por competencias con el fin de lograr “éxito económico” o sencillamente para acceder al mundo laboral, en su obra “Sin fines de lucro” Martha Nussbaum sostiene que: “…sedientos de dinero, los estados nacionales y sus sistemas de educación  están descartando sin advertirlo ciertas aptitudes que son necesarias para mantener viva a la democracia”[5]en esas aptitudes negadas encontramos, el deseo de saber, la capacidad de indagar, la importancia de compartir y la necesidad de soñar de todo ser humano.
Estamos sumergidos en la cultura de la inmediatez y el reduccionismo, no logramos salir de la tarea, los estudiantes “leen de tal página a tal pagina” -solo lo necesario para la lección- la enfermedad de la copianditis es viral en el aula, alumnos sentados en silencio copiando del tablero es el estado ideal para muchos/as docentes, es más, encontramos niños y niñas pueden leer solo aquello que está escrito por su maestra/o en un tablero. En la actualidad el sistema educativo panameño sustenta su plan de lectura con la enumeración de diversos los concursos (cuento, poesía, oratoria, círculos de lectura etc.), docentes y estudiantes se ven avocados a una agobiante carrera a la que llegan sin otra experiencia lectora que la coyuntura del concurso.  
Sabemos que escribir no es fácil, que si existe un género literario difícil, es precisamente el cuento, sin embargo con que facilidad pedimos a los estudiantes que escriban cuentos. ¿Cómo puedo escribir un cuento si no tengo la oportunidad de leer, analizar, interpretar y soñar?[6] Cómo puedo impulsar círculos de lectura si no tengo lecturas cotidianas? Cada una de estas preguntas merece un detenido análisis.
Esta realidad Panamá cuenta con un mundo lector de gran riqueza, donde se suman esfuerzos de personas e instituciones, escritores y escritoras que producen y fomentan lecturas: Universidades que crean espacios para la lectura, bibliotecas impulsan la promoción de lectura lideradas por la biblioteca nacional, ferias del libro, los círculos de lectura, una red de narradores y diferentes grupos de arte que conforman un mundo lector amplio, generan movimientos, congresos encuentros y proponen diálogos con la academia. Este es un mundo desencontrado con el sistema educativo, sin un puente dialogante con la escuela, entre la inspiración literaria y el lenguaje docente; la fuerza de la creación literaria del país rebota ante el rígido muro de un sistema amurallado..
Queda abierto el debate con infinitas preguntas sobre el sentido de la lectura en nuestra sociedad. ¿que significa leer? ¿para que leemos? ¿porque leemos? ¿que tiene que ver nuestra historia personal lectora con la realidad educativa? ¿Porque  no leen nuestros niños? ¿Porque la bibliotecas escolares son un depósito? ¿Porque no leen los padres? ¿Porque no leen maestros y directores? ¿En el agitado mundo de los/as profesionales hay espacio para lectura? ¿además de preparar su clases, los maestros leen con pasión? ¿que clase de literatura consumen los/as panameños?¿sueñan los maestros y maestras? ¿Sueña la sociedad panameña?



[1] Los Ming (término chino que significa brillante) se refinaban cada vez más: los objetos de porcelana, jade, seda o de madera lacada se trabajaban con un gusto exquisito ante la creciente demanda de productos exclusivos y la proliferación de coleccionistas. 
Ver más en: 
http://www.20minutos.es/noticia/1946421/0/dinastia-ming/china/exposicion/#xtor=AD-15&xts=467263

[2] 1488-1505
[3] Nombre ficticio
[4] Manguel A. 1996. Una historia de la lectura. La última pagina . pg 28. Edit Norma Colombia.
[5] Nussbaum M. 2010 Sin fines de lucro, katz edit. CCB NY.
[6] A Kaufman ,M Rodríguez. 1993 “Porque cuentos en la escuela” http://www.lecturayvida.fahce.unlp.edu.ar/numeros/a22n1/22_01_Kaufman.pdf